

Recorrer sus pueblos, las múltiples gargantas que precipitan sus aguas por ríos y arroyos para regocijo de sus miles de visitantes, o los idílicos recovecos repletos de robustos robles, altivos y majestuosos que encierra La Vera, son algunos de los placeres que nuestras sensaciones han vuelto a experimentar un año más.
Y al caer la noche, esa noche verata serena, acogedora y misteriosa a la vez, bajo el manto estrellado insondable e infinito que lo ocupa todo, nuestros sentidos se han rendido ante la exquisitez de la buena cocina de la tierra, auténtico manjar de dioses y emperadores permitido al común de los mortales. Y gozoso, he vuelto a disfrutar de aquellos momentos mágicos, únicos y especiales, con que tan bien sabe obsequiarme mi mujer Yolanda.
Durante estos días de paz verata, Carlos y Xiomara nos abrieron las puertas de su casa en Losar de la Vera y de su amistad. Largas y entrañables fueron las charlas que mantuvimos con ellos, estirando el anochecer como si nadie quisiera que se acabara la jornada en la acogedora terraza de la casa de Conyegar. Lo hicieron con generosidad, amabilidad y un aprecio que se ganaron de nosotros por siempre.
Durante estos días de paz verata, Carlos y Xiomara nos abrieron las puertas de su casa en Losar de la Vera y de su amistad. Largas y entrañables fueron las charlas que mantuvimos con ellos, estirando el anochecer como si nadie quisiera que se acabara la jornada en la acogedora terraza de la casa de Conyegar. Lo hicieron con generosidad, amabilidad y un aprecio que se ganaron de nosotros por siempre.

Juan Carlos Moreno, a 14-9-2015
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