Mediodía de domingo.
Todo nuestro derredor es un cúmulo de cimas redondeadas y praderas pirenaicas
cubiertas por un manto irregular de nieve. El sol radiante brilla y reverbera
potente en las laderas blanquecinas. Avanzamos prudentes por la serpenteante
carretera que conecta las sorprendentes fuentes del Llobregat que acabamos de
descubrir con las estaciones de esquí de La Molina y La Massella por un lado y
la Collada de Tosses por el otro, camino ya hacia el valle del Freser.
En el exterior, el frío gélido inferior
a los cinco bajo cero provoca que en los recovecos más cerrados de la ruta la
nieve y el hielo ganen terreno al asfalto, por lo que la alerta es máxima.
Apenas encontramos ningún acompañante de ruta más. La magnificencia del paraje,
la solitud y la calma crean un clima de paz absoluta, de satisfacción interna
plena. Nos sentimos henchidos, gozosos de lo sencillo e intenso del momento. Disfrutamos
del silencio, roto sólo por los remolinos huracanados que se generan de vez en
cuando en los puntos más altos de la montaña barriendo la nieve de su lecho y
proyectándola por las pronunciadas laderas forradas de abetos y pinos varios
cientos de metros más abajo.
Viajamos por este valle de silencio
tranquilos y felices camino de un bocata de lomo y queso que nos está esperando
en un pequeño bar de Ribes de Freser. Es nuestro colofón a un excepcional fin
de semana que comenzó el día anterior con una espectacular Calçotada en el
Hostal Rural de Campalans, un compendio de sabor, calidad y hospitalidad, y que
continuó con el regalo de una jornada insuperable de excelente compañía, serena
tranquilidad e incomparable belleza en un escondido y bonito valle de Borredà,
en la comarca catalana del Berguedà.
Juan Carlos Moreno, a 20-1-13
Juan Carlos Moreno, a 20-1-13
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