¡Qué belleza más
exuberante! Ha nevado intensamente hace unas horas sobre el Montseny. También
lo hizo a pie del litoral catalán la noche anterior, cubriendo toda la sierra
costera de un manto blanco no visto desde hace varios años. Son las
postrimerías de un febrero poco habitual, bastante caluroso y seco, lo que nos
coge por sorpresa a todos a pesar de los avisos insistentes realizados por los
servicios meteorológicos catalanes.
Como no queremos dejar
pasar el momento, cogemos botas, jerséis, guantes y gorros y nos dirigimos a la
cercana Cadira del Bisbe, en el corazón del Parque Natural de la Serralada de
Marina, donde hoy crece de manera exponencial el número de visitantes al monte más
cercano a los municipios playeros del bajo Maresme.
El paisaje resulta
sorprendente; no es nada habitual poder contemplar los densos bosques de pino
Carrasco con sus ramas cubiertas de blanco, ni los taludes y arenales de
granito descompuesto ocultos bajo varios centímetros de nieve.
Junto a mi mujer Yolanda
y nuestro hijo Genís estamos disfrutando desde hace un buen rato de esta nevada
extraordinaria. Es entonces cuando se produce uno de aquellos instantes mágicos
que sin buscarlo te encuentran y se quedan grabados en tu mente para siempre.
Es mediodía, el cielo que amaneció cubierto se ha tornado en un azul
esplendoroso y nítido. El sol luce y la temperatura del ambiente empieza a
recuperar niveles moderadamente cálidos, lo que provoca que la humedad asentada
en el suelo se eleve por evaporación, mientras que bajo los pinos y encinas de
la Sierra de Sant Mateu arrecia una lluvia brillante que proviene de la nieve
acumulada sobre ramas y hojas, que funde rápida, intensa y pertinaz.
Asemejando a la nieve y
como invitados por el momento, Yola y yo nos fundimos en un cálido abrazo y
dirigimos juntos la mirada hacia el cielo para contemplar extasiados las gotas
diamantinas que lagrimean constantes de las copas de los árboles que nos
circundan. Son instantes de profundo placer; de una gran paz interior que nos
llena de complicidad y nos hace sentir gratificados con nosotros mismos y con
la Naturaleza por permitirnos disfrutar de tan maravilloso e inusual
espectáculo a escasos centenares de metros de nuestra Mediterránea.
Juan Carlos Moreno, a 3-3-13
Juan Carlos Moreno, a 3-3-13
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