¡Silencio, por favor! Podría tratarse del toque de atención del regidor antes
del consabido “Atentos, cámara, acción” de un rodaje cualquiera. Pero no, en mi
caso estas palabras me surgen en la mente ante otra necesidad. A mí, en estos momentos
de la vida me sugiere que deberíamos parar máquinas, frenar este ruido infernal
en el que nos encontramos inmersos como sociedad. Un ruido ensordecedor que
todo lo pervierte y todo lo sobredimensiona. Un ruido que resulta dañino individual
y colectivamente.
¡Silencio, por favor! me reclama el ánimo. Quiero escuchar el silencio.
Necesito escuchar el silencio. Necesitamos escuchar y escucharnos. Y para ello,
el silencio es nuestro aliado.
¡Silencio, por favor! Basta ya de ese ruido aterrador que se cuela sin
reparos por unas redes sociales cargadas de exabruptos, inquinas y muy mala
leche. Basta ya del escandaloso ruido en las ciudades. Reconstruyamos de manera
preventiva unos núcleos urbanos medioambientalmente sostenibles antes de que
recuperen de nuevo su apogeo anterior a la pandemia, para que no se vuelvan a
convertir en urbes cargadas de decibelios hasta la extenuación sonora. Basta ya
de ruido y pocas nueces de una inmensa mayoría de nuestros políticos. Que
callen, por favor, y que escuchen al oponente, que no debe ser enemigo, sino
contrario. Que dejen de gritarse, descalificarse e insultarse (e insultarnos
con su comportamiento a nosotros, sus representados) y empiecen a hablar, de
manera pausada, constructiva, propositiva y respetuosa con la labor que les hemos
encomendado el conjunto de la ciudadanía. Basta ya del nocivo ruido mediático
de aquellos medios de comunicación que basan su razón de ser en el escándalo,
la falacia y la falta de la más mínima ética y rigor informativo.
Basta ya de individualismo y de no pensar más allá de uno mismo, sólo
escuchándonos a nosotros mismos, sin importarnos lo más mínimo la colectividad.
Basta ya del doloroso ruido de los codazos egoístas que crecen por doquier con
el único objetivo de quitar a unos para ponerse otros. Basta ya del ruido hiriente
de la indiferencia, la ineptitud y la insolidaridad hacia los más débiles que nos
deparan las cada vez más graves diferencias sociales.
Todo esto me provoca una necesidad imperiosa de pedir silencio, por
favor. Que pare el ruido. Para poder escuchar el silencio. Para poder escuchar
la vida, que con tanto ruido nos la estamos perdiendo. Quiero dejar de hablar sin
parar para poder escuchar, y así aprender.
Quiero escuchar el mundo, que está lleno de maravillosos sonidos y de
sugerentes silencios. Quiero escuchar al día amanecer, el susurrar del viento,
el trinar de los pájaros, el crotorar de las cigüeñas y el vivo discurrir de
las aguas por su lecho fluvial, o el cálido crepitar de la leña en las tardes frías
de invierno. Quiero escuchar el ocaso de la tarde y el trajín de las estrellas
mientras cubren la noche con su brillante presencia.
Y sobre todo, quiero tener silencio para poder escuchar sin prisas a mi
mujer, Yolanda, y junto a ella, todo nuestro amor y el paso del tiempo. Un
tiempo pleno en el que la falta de ruido serena el ánimo y el silencio más
intenso llena los sentidos de paz.
Juan Carlos Moreno, a 7 de mayo de 2021