martes, 6 de julio de 2021

MIJINAS DE PAZ



Volvemos al trajín diario. Carreras, trenes que llegan o no, alternativas para ir al trabajo, prisas, compras y más compras, atascos, ríos de gente, reloj, reloj, reloj, … A veces nos sentimos atropellados por el tiempo, o más bien por la falta de tiempo del que decimos adolecer.

Como una necesidad perentoria, trato de contrarrestar esa vorágine diaria con los rincones de paz que nos ofrece la vida y que en no pocas ocasiones ni somos conscientes de que los tenemos, ni somos capaces de apreciarlos por muy cercanos a nosotros que los tengamos. Al respecto, a menudo me vienen a la mente las a mi juicio muy sabias palabras del cantante Manolo García cuando en su deliciosa “Serena Barca” (2004, Para que no se duerman mis sentidos) dice aquello de “Y Patria, ese lugar donde el espíritu apacenta …“

Pues bien, para mí esa Patria es Yolanda, mi mujer. En ella mora mi espíritu, tranquilo y sereno, en paz, feliz y satisfecho de la vida y de cuanto juntos hemos recorrido, que no es poco después de más de treinta y dos años compartiendo amor, vida, sueños, alegrías y también sinsabores. Y es en su compañía cuando el mundo se me abre alrededor en todo su esplendor para disfrutarlo, con toda su vitalidad. Un mundo que no pretendo estridente, sino tranquilo y sosegado, de ritmos pausados que nos permitan contemplar y saborear el tiempo, la vida, lo maravilloso de cuanto nos rodea.

Y ese mundo lo podemos encontrar en cualquier rincón, en un momento cualquiera, en las cosas más sencillas. Ya sea paseando por las veredas y campos peraleos junto a casa, por las vertiginosas gargantas e imponentes panorámicas del pirenaico valle de Isábena, o contemplando el ajetreado ir y venir de cigüeñas y grullas durante su paso migratorio por las dehesas arañuelas. O deleitándonos del majestuoso vuelo de buitres y águilas dibujando los cielos de Monfragüe, o refrescándonos en las aguas alegres de los ríos de los Ibores, Gredos o los Pirineos. O viendo el reposado pacer de ovejas, vacas y caballos, que sin prisa alguna van dando cuenta de sus forrajes y pastos. O sencillamente embobados viendo a los gorriones dar de comer a sus polluelos.

Pero de entre tantos instantes imborrables, hay uno que sublima al resto, que es cuando bajo una encina Yolanda y yo compartimos un tranco de pan y chorizo. Y yo me declaro feliz, radicalmente feliz, mientras aparecen ante nosotros esas sencillas y modestas mijinas de paz.

Joanca, a 17-6-2021

lunes, 10 de mayo de 2021

SILENCIO, POR FAVOR



¡Silencio, por favor! Podría tratarse del toque de atención del regidor antes del consabido “Atentos, cámara, acción” de un rodaje cualquiera. Pero no, en mi caso estas palabras me surgen en la mente ante otra necesidad. A mí, en estos momentos de la vida me sugiere que deberíamos parar máquinas, frenar este ruido infernal en el que nos encontramos inmersos como sociedad. Un ruido ensordecedor que todo lo pervierte y todo lo sobredimensiona. Un ruido que resulta dañino individual y colectivamente.

¡Silencio, por favor! me reclama el ánimo. Quiero escuchar el silencio. Necesito escuchar el silencio. Necesitamos escuchar y escucharnos. Y para ello, el silencio es nuestro aliado.

¡Silencio, por favor! Basta ya de ese ruido aterrador que se cuela sin reparos por unas redes sociales cargadas de exabruptos, inquinas y muy mala leche. Basta ya del escandaloso ruido en las ciudades. Reconstruyamos de manera preventiva unos núcleos urbanos medioambientalmente sostenibles antes de que recuperen de nuevo su apogeo anterior a la pandemia, para que no se vuelvan a convertir en urbes cargadas de decibelios hasta la extenuación sonora. Basta ya de ruido y pocas nueces de una inmensa mayoría de nuestros políticos. Que callen, por favor, y que escuchen al oponente, que no debe ser enemigo, sino contrario. Que dejen de gritarse, descalificarse e insultarse (e insultarnos con su comportamiento a nosotros, sus representados) y empiecen a hablar, de manera pausada, constructiva, propositiva y respetuosa con la labor que les hemos encomendado el conjunto de la ciudadanía. Basta ya del nocivo ruido mediático de aquellos medios de comunicación que basan su razón de ser en el escándalo, la falacia y la falta de la más mínima ética y rigor informativo.

Basta ya de individualismo y de no pensar más allá de uno mismo, sólo escuchándonos a nosotros mismos, sin importarnos lo más mínimo la colectividad. Basta ya del doloroso ruido de los codazos egoístas que crecen por doquier con el único objetivo de quitar a unos para ponerse otros. Basta ya del ruido hiriente de la indiferencia, la ineptitud y la insolidaridad hacia los más débiles que nos deparan las cada vez más graves diferencias sociales.

Todo esto me provoca una necesidad imperiosa de pedir silencio, por favor. Que pare el ruido. Para poder escuchar el silencio. Para poder escuchar la vida, que con tanto ruido nos la estamos perdiendo. Quiero dejar de hablar sin parar para poder escuchar, y así aprender.

Quiero escuchar el mundo, que está lleno de maravillosos sonidos y de sugerentes silencios. Quiero escuchar al día amanecer, el susurrar del viento, el trinar de los pájaros, el crotorar de las cigüeñas y el vivo discurrir de las aguas por su lecho fluvial, o el cálido crepitar de la leña en las tardes frías de invierno. Quiero escuchar el ocaso de la tarde y el trajín de las estrellas mientras cubren la noche con su brillante presencia.

Y sobre todo, quiero tener silencio para poder escuchar sin prisas a mi mujer, Yolanda, y junto a ella, todo nuestro amor y el paso del tiempo. Un tiempo pleno en el que la falta de ruido serena el ánimo y el silencio más intenso llena los sentidos de paz.

                                                                    

                                                                                        Juan Carlos Moreno, a 7 de mayo de 2021