domingo, 28 de septiembre de 2014

EL PEDRAFORCA, QUÉ GRAN MARAVILLA

Además de una montaña emblemática para el montañismo catalán, el Pedraforca es una joya de la arquitectura natural. Su altiva presencia otorga a nuestros ojos un espectáculo sin igual. Emociona sólo con verlo.
Foto: Yolanda Fernández

Las primeras lluvias sosegadas y persistentes han traido los primeros frescos del otoño y con ellos ese ambiente especial, esas sensaciones de reposo, de atemperar los ritmos y la vida de cara a los fríos del invierno. Un punto de melancolía que calma los sentidos.

Es un buen momento para adentrarse en uno de los parajes montañosos más espectaculares que he conocido nunca en Catalunya. A primeros de otoño de 2012, mi mujer Yolanda y yo nos acercamos a la comarca del Berguedà a disfrutar de una magnífica "Calçotada" (típica delicatessen gastronómica a base de cebolla tierna asada a la teja y aliñada con salsa Romesco) y un fin de semana de auténtico descanso y desconexión en el hotel rural Campalans, ubicado en un pequeño valle de Borredà. Fue un autèntico festival de calidez, buen trato y exquisita comida.

Al día siguiente, nos decidimos por acercarnos al cercano Parque Natural del Cadí-Moixeró, en un recorrido por los itinerarios más internos de la zona, que nos acercaron a las pequeñas localidades de Sant Jaume de Frontañà, La Pobla de Lillet y a Guardiola de Bergadà. De regreso a Berga, a la altura del Pont del Collet tomamos el desvío que conduce a Saldes. 

Son unos pocos kilómetros por una serpenteante carretera que asciende entre la Sierra d'Ensija y el Cadí, con los bosques que empiezan a ofrecer el típico espectáculo multicolor de la época, fundiendo sus laderas del amarillo al rojo pasando por los verdes más intensos y bellos, para más tarde convertirse en frondosos bosques de magníficas pinedas, hasta alcanzar la pequeña y tranquila población de Maçaners. Superada la localidad, a escasos cien metros, se abre uno de los mayores espectáculos que puede ofrecer la naturaleza: el Pedraforca se abre ante nosotros con toda su magnificencia y altivez, en un vertiginoso ascenso desde el fondo del valle hasta los 2506 metros del Pollegó Superior, punto culminante de este singular macizo.

Desde el privilegiado balcón que se halla a un lado de la carretera, pasamos un buen rato contemplando ensimismados la belleza sin parangón de la montaña y los efectos que las nubes que se ciernen sobre ella provocan.

Satisfechos nuestros sentidos, damos vuelta atrás y regresamos a Maçaners. Es el momento ideal para acabar de deleitar nuestros con un delicioso ágape en Cal Tahona, sencillo restaurante en el que se come bien, se recibe un trato agradable y se disfruta de lo lindo del entorno.

Juan Carlos Moreno, a 28-9-14




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