domingo, 17 de noviembre de 2013

LA LUZ DE LA VIDA



Hay instantes en la vida en que el tiempo parece detenerse para ofrecerte una parcela de inmesa plenitud, de una paz interior que se te expande hasta el más escondido recodo de tu alma.

Hace unos pocos días vivimos uno de esos momentos mágicos e inigualables que permanecerán en nuestras memorias para la eternidad.

Viernes Santo de 2013. Cielo plomizo, viento racheado y una fin lluvia intermitente pero tenaz, que desde hace unos días está dejando los prados y las dehesas arañuelas rebosantes en sus cursos de agua y de un vivo verde intenso, que se salpica del exuberante multicolor primaveral.

Haciendo caso omiso al ligero chisporroteo que nos acompañaba a primera hora de la tarde en nuestra visita a los recovecos del abandonado castillo de Belvís de Monroy (una auténtica lástima incomprensible al sentido común), nos dirigimos con paso firme hacia el Convento de San Francisco primero y más tarde a la Ermita del Berrocal, dominante sobre el territorio.

Desde esta atalaya que preside una excepcional panorámica de la zona, llenamos nuestros sentidos con la contemplación de los berrocales adehesados que bajan a yacer sobre el río Tajo en sus postrimerías embalsadas sobre los saltos de Valdecañas y mientras unos nos deleitamos con la variedad floral que nos ofrece la naturaleza en todo su esplendor, otros se cautivan con la nutridas betas de mica que afloran de los densos bloques de cuarzo que configuran el macizo.

Entretanto, la fina lluvia arrecia y se torna en una intensa cortina de agua que nos cala por completo durante el camino de retorno al coche, que habíamos dejado en el merendero – área de descanso de Belvís construida a finales de los años 90 como antesala del Convento y la Ermita.

Empapados y fríos por las cortantes rachas de viento raso, nos ponemos a cobijo en nuestro veterano Skoda e iniciamos el camino de regreso a Navalmoral. Y es entonces, poco antes de alcanzar la cercana población de Millanes de la Mata, cuando haciendo buena gala del capricho meteorológico primaveral, el cielo se abre entre las densas nubes que nos habían acompañado durante todo el día y de entre el vapor condensado surgen luminosos y potentes los cálidos rayos del sol que empieza a declinar hacia poniente, componiendo un inenarrable espectáculo de luz y belleza en su máxima expresión que llena nuestro espíritu de serena calma y nuestros corazones de unas inmensas ganas de vivir y de disfrutar de esta tierra arañuela.



                                                                          Juan Carlos Moreno, a 21-4-13

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